miércoles, 25 de abril de 2012

Una habitación para dos.

La habitación estaba en llamas a causa del calor que mi cuerpo junto al tuyo había comenzado a desprender. Sonaba la música del bar que se situaba por debajo. Comenzamos por apagar las luces, nuestros ojos divisaban cuanto tenían que ver. Agudizamos el sentido del tacto y el de los besos, los demás ya no eran importantes. Las caricias en el cuello provocaban en mi algo así como lo que provoca un asteroide al chocar con una estrella, sólo que un poco más intenso. Luego estaban los susurros, que cada uno me hacía temblar. Poco a poco la noche fue cambiando, dejó de ser una más para ser la mejor de mi vida. Quizás era porque estabas tú, o quizás porque, por muy poco tiempo que fuera, mi alma quedó fundida con la tuya, dejando en aquella ciudad la mayor tormenta que nadie había visto. Como siempre, no me gustó aquel final; al día siguiente seguíamos siendo unos completos desconocidos. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario